domingo, 23 de mayo de 2010

El país del Nilo

Egipto es un don del Nilo” (Herodoto), es la típica frase para comenzar cualquier estudio sobre esta civilización, pero es lógico si pensamos que sin el río Egipto se convertiría en un desierto sin remedio, el Nilo es la vida de Egipto.

En la Antigüedad no se entendían las crecidas del mes de Julio, dándoles una explicación mitológica. En realidad se debe a dos factores: el deshielo de las montañas etíopes y a las lluvias torrenciales. Durante mucho tiempo la búsqueda de las fuentes del río atrajo a multitud de aventureros, en el s. XIX se hallaron finalmente las dos fuentes: la del Nilo Blanco en el Lago Victoria y la del Nilo Azul en las montañas de Etiopía, siendo este último el que provoca las crecidas.

La inundación servía como base al calendario egipcio que se dividía en 3 estaciones:

Ajet: tiempo de la inundación que va de principios de julio a septiembre, durante el cual los campesinos trabajan en las obras oficiales del faraón.
Peret: tiempo de la siembra.
Shemu: tiempo de la cosecha.

Pero el Nilo no solo era importante desde el punto de vista de la división del tiempo, tenemos que tener en cuenta que en él estaba basado el régimen fiscal del país, ya que según el tipo de inundación que tuviese cada tierra (regulares, irregulares o nulas) los campesinos que las trabajaban debían pagar más o menos impuestos.
El Nilo era así el doble eje del país. Por un lado era el eje físico, básico para la agricultura y las comunicaciones internas (gracias a las corrientes para ir de sur a norte y a los vientos Eteseos para ir de norte a sur). Pero además es el eje ideológico por ser el paradigma de la religión egipcia. Se deificó como Hapi (una figura masculina rechoncha y con pecho femenino caído). En determinados puntos se le realizaban ofrendas (quizás en un primer momento fueron humanas) para asegurar la fertilidad de las tierras.

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